lunes, 17 de agosto de 2015

Asesinados en la Sima de Gaztelu (Jose Mari Esparza)

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En asamblea en Mendabia (2015.03.28), se decide que “Amapola del Camino-Bideko Mitxingorria”,



a propuesta de la Editorial Txalaparta            
participará como colaboradora en el libro que se iba a titular “En el fondo”, cuyo autor es Jose Mari ESPARZA, y que será editado por Txalaparta.
El libro mas completo sobre el terrible suceso acaecido en esta Sima.

A continuación reseña de “Gure Liburuak”:

En el año 1986, Altaffaylla editó Navarra 1936, de la Esperanza al Terror, que ya es un clásico de la historiografía navarra. Pueblo a pueblo, destilamos la sangría sufrida tras el golpe militar y dedicamos apenas un folio, uno solo, al crimen más estremecedor de todos: la desaparición forzosa de una madre con sus seis hijos menores –y otro de siete meses en su seno– en la aldea de Gaztelu, municipio de Donamaria, comarca de Malerreka, en la Navarra septentrional. Arrojados a una sima, según rumor popular. Era, sin duda, una secuela más del golpe militar y de la posterior locura colectiva desatada, pero no parecía haber una justificación, o digamos explicación, política. Y lo más sorprendente era que, al revés de lo ocurrido en el resto del territorio, no había nadie, ni familiar, ni vecino, ni historiador, interesado en el tema. Nadie sabía nada, nadie quería hablar, ni a nadie parecían importarle siete muertes más o menos, en el holocausto de la retaguardia navarra.

Tan solo cuatro retazos pudimos hilvanar de los registros municipales: en 1919 se casaron Pedro Antonio Sagardía Agesta y Juana Josefa Goñi Sagardía, que tuvieron ocho hijos: los dos primeros, José Martín y Joaquín, en Donamaria, y los otros seis, Francisco Javier, Antonio, Pedro Julián, Martina, José María y Asunción, en Gaztelu, donde tenían fijado su domicilio. Los primeros días de la guerra desapareció la madre con sus seis hijos, según rumores, arrojados a una sima. Años más tarde se perdía el rastro del marido y del hermano mayor. Poco más pudimos obtener en el tiempo limitado que dedicamos a escribir el libro. Un folio.

Pasaron 23 años. Un día de primavera del 2009 me dirigí al archivo de los Juzgados de Pamplona a mirar unos legajos sobre la guerra civil. Allí encontré el documento completo, tanto tiempo buscado. Su lectura fue todavía más espeluznante que todos los rumores escuchados hasta entonces. No se desprendía móvil político, algo que al menos sería “comprensible” en aquellas fechas aciagas. Por lo tanto, no se llegaba a entender cómo pudo ocurrir aquello en el corazón de la Navarra euskaldun, donde todas las estadísticas a lo largo de la historia dan una imagen idílica del carácter tranquilo y respetuoso de sus gentes.

Comencé a dudar sobre la conveniencia de publicar el sumario 167. ¿A quién le interesaba el tema? Si algo parecía meritorio, era el silencio guardado por las tres generaciones de gazteluarras posteriores a los hechos. Entonces, ¿para qué destapar nada y alterar una pequeña aldea que nada tiene que ver con lo que hicieron, o dejaron de hacer, sus antiguos pobladores?

Ez da munduan gauzik, denborak ez daramanik, dicen por aquellos valles. Cierto, el tiempo todo lo lleva. Podíamos seguir esperando, hasta que los apellidos se mixturaran y se olvidaran. Pero lo mal enterrado vuelve una y otra vez a la superficie; a recordarnos que todo lo que se inicia necesita un punto final. Y cuando ha habido víctimas y tragedia, se precisa una mínima liturgia, un réquiem, unas flores o un leve poema, que nos reconcilie con el pasado y limpie las telarañas de las conciencias, antes de seguir hacia el futuro.

Entre arrostrar o no el tema, y la falta de tiempo otra vez, opté por dejarlo pasar. Pero sentía que los Sagardía me iban cercando. De nuevo di algunas voces por la zona buscando interesados, con la esperanza de que algún grupo de jóvenes, nietos a poder ser de los protagonistas, recogiera los materiales –que gustosamente les cedería– y asumiera la tarea de publicarlos y exorcizar ellos mismos la maldición que pesaba sobre su memoria colectiva. En todos los intentos fracasé. El tabú seguía vivo.

La sima vuelve a la actualidad
Pasaron cinco años más, y nuevos datos me empujaban a acelerar mi particular “bajada” a la sima. El sumario estaba ahora perfectamente localizable en el Archivo de Navarra. En la revista Munibe, editada por la Sociedad Aranzadi, dedicaron un capítulo a “Simas, cavernas y pozos para ocultar cadáveres en la Guerra Civil española (1936-1939)”. En el mismo se localizaba perfectamente la de Gaztelu y la existencia de la causa 167. El silencio daba paso a un amplio rumor.

El 22 de diciembre de 2014, unos espeleólogos del grupo Satorrak bajaron a la sima Legarrea, que en su argot llaman, con un simplismo elocuente, “la de la familia”. Era una inspección impulsada por la Sociedad Aranzadi, a petición de una asociación memorialista. La bajada fue complicada, incluso para expertos como ellos. Sin llegar abajo, se encontraron con un cadáver descompuesto, vestido con ropas modernas. No era lo que esperaban, así que interrumpieron la exploración y dieron aviso. Pronto se supo que los restos mortales correspondían a Iñaki Indart, joven de Legasa desaparecido hacía siete años, cuando tenía 24. Tenía un golpe en la nuca.

El zulo de Legarrea seguía abierto. Los espíritus que moran en sus entrañas, o en su leyenda, volvían a salir y se paseaban entre nosotros, exigiendo explicaciones. El vaciado del fondo parecía inminente. Ya no podía demorarme más. Seguía dudando, pero cogí mis cosas y salí para Gaztelu. Este libro es el resultado.
Carnet del Requeté del hermano mayor, José Marín, único superviviente de los 8 hermanos.


Jose Mari Esparza Zabalegi
LA SIMA¿Qué fue de la familia Sagardía?
El 30 de agosto de 1936, Juana Josefa Goñi Sagardía, embarazada de siete meses, desapareció de la faz de la tierra con sus seis hijos menores de edad. Según rumor popular, al calor del golpe fascista y pese a que no parecía existir una justificación política, fueron arrojados a la sima de Legarrea, en Gaztelu. Este crimen, seguramente el más estremecedor de los cometidos en la retaguardia navarra, ha pasado ochenta años bajo un manto de silencio. Ni familiares, ni vecinos, ni historiadores se han aventurado a buscar explicación a lo ocurrido, y el silencio ha convertido en tabú y mito a la vez el destino de los Sagardía y su más que probable morada final. Este libro pretende indagar las entrañas de la historia con la firme creencia de que lo que halle será mejor que una leyenda negra, y de que lo que vea la luz, por terrible que sea,será el bálsamo que sane una herida demasiado profunda y demasiado antigua.

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