lunes, 24 de agosto de 2015

Sobre la relación de Indart con asuntos de Contrabando y Guardias Civiles

Andanzas padre Iñaki                     Iñaki Indart                   Indice Fosa Gaztelu           Un hombre que mataba elefantes          

Extraído de:

“Un elemento sumamente peculiar, que emergió como una aparición fantasmagórica en medio de todo el mare mágnum que suponía Intxaurrondo y su entorno, fue Ignacio Indart. Su nombre aparecía en las diligencias abiertas por Andreu y los informes de los guardias civiles le relacionaban estrechamente con Santamaría. Cuando comenzamos a preguntar por él notamos como su sola mención originaba comentarios de lo más respetuoso entre los contrabandistas. Ese sentimiento se fue agrandando según nos acercábamos a su círculo más próximo en Nafarroa. El mayor de los Indart era toda una personalidad y, entre sus méritos acumulados, contaba con varios premios del Gobierno de Iruña por la excelente calidad de los caballos que criaba para producir carne.

Cuando por fin nos encontramos con él comprendimos el porqué del respeto que suscitaba entre sus allegados. No era precisamente su aspecto externo lo que más imponía. Apenas medía mas allá de los 160 centímetros y la sesentena la llevaba ya bien entrada. Pero era una persona de mirada penetrante, aunque cordial y, sobre todo, de muy pocas palabras. En su rostro reflejaba, además, las huellas que el trabajo duro y la vida habían ido dejando en su existencia. Aquel hombre no era el clásico von vivant como los contrabandistas al uso. El tipo aquel seguro que se fajaba a diario en su trabajo y, de sol a sol, se ganaba más que merecidamente su sustento.

Lo cierto es que fue él quien vino a nosotros. Lo hizo en dos ocasiones, las mismas que su nombre apareció mezclado con las redes de narco-contrabandistas. Fue muy explícito desde el primer momento: <Tabaco si he hecho, y mucho. Pero nada más. Eso es tan cierto como que Ignacio me llamo>. Su castellano tenía un fuerte deje euskaldun y no gastaba mas de una palabra en vano. Iba sin rodeos a los temas y, por eso, no tardó en plantearnos el origen de nuestra información. Cuando supo que era la propia guardia civil la que lo había incluido dentro del dossier que posteriormente llega, a Navajas. su exclamación fue muy concreta: «pues a muchos de ésos yo les he dado mis buenos duros>>.

Después, con el tiempo, fuimos conociéndonos más y se convirtió en fuente esporádica nuestra a la hora de contrastar ciertos datos. Nunca regalaba una palabra porque él mejor que nadie sabía que la información tenía un precio. Esa misma teoría le había permitido acumular cientos de millones de pesetas. Su fortuna era incalculable y había provocado la envidia de muchos de los elementos que se mueven en el hampa del narcotráfico y el proxenetismo, hasta el punto de que fue objeto en más de una ocasión de intentos de chantaje o, incluso, de secuestro. Pero Ignacio Indart tenía el dinero a buen recaudo y lo cierto es que nunca soltó un céntimo a aquellos indeseables. Con el tiempo, supimos que gran parte de su fortuna se almacenaba en un zulo de su propio domicilio en donde guardaba gran cantidad de fajos de billetes procedentes de sus operaciones clandestinas.

Indart tenía en nómina a elementos poderosos de la Guardia Civil, según acabaría reconociéndonos, y sus mejores negocios los había hecho con un contrabandista del Estado francés, el mítico lean Paul Errandonea, una potencia exportadora de la economía gala equiparable a las empresas más poderosas de ese Estado.

Otro de sus socios privilegiados en operaciones ilegales fue Julián Arozena Albert, propietario del hotel Arozena de Zestoa. un personaje malencarado que ha pasado prácticamente desapercibido en las crónicas periodísticas, pero que. en cambio, ha tenido unas conexiones privilegiadas con el cuartel de Intxaurrondo, en donde se podía permitir el lujo de sacar de la cama a primeras horas de la mañana a alguno de sus más cualificados jefes, afeándole, medio en broma medio en serio, que mientras él se encontraba trabajando, su asalariado estuviese holgazaneando.

Indart es además un superviviente nato. Por tres veces al menos se libró de una muerte cierta. En dos ocasiones las coces de sus caballos impactaron en partes sensibles de su organismo, hasta el extremo de estar mas muerto que vivo. En una de ellas aprovechó para casarse en artículo mortis. El último de los accidentes lo sufrió viniendo en coche desde el sur del Estado español. Profundamente creyente, Indart  atribuye su suerte en última instancia a alguno de sus ángeles custodios.

Ignacio Indart es, por méritos propios, el cabeza de lista de una larga serie de contrabandistas de tabaco que, al cabo del año, mueven en Euskal Herria miles de millones de pesetas. Y no es sólo que los grandes padrinos gallegos Marcial Dorado Baulde y José Manuel Lorenzo Ferrazo hayan elegido los puertos vascos como zona preferente de desembarco de su mercancía, sino que algunos ciudadanos vascos tienen los suficientes méritos para poder codearse al mas alto nivel en esta industria. Ellos pueden contratar sin problemas grandes aviones rusos para efectuar las descargas en Foronda o en Sondika, o tener en nómina a cuantos elementos hiciesen falta de la guardia civil para facilitar sus operaciones. Ellos son, dentro de un gran listado, Manuel Argore Ezkurra, Antonio Igoa Labaien, José Manuel Azpiroz Maritxalar, Jon Mikel y Ricardo Azpiroz Ibarreta, Miguel Maria Goikoetxea Izagirre y Julián Arozena Albert, entre otros.


A quien se la tenía jurada Ignacio Indart por algún motivo que nunca llegamos a conocerfue a Ramón Ezkurdia, un personaje de Legorreta conocido entre sus convecinos por El Mediquito. Ezkurdia aparecía también ampliamente relacionado con las redes del narcotráfico y el contrabando, negocio este último en el que él admitía sin reparos participar activamente, conociendo las conexiones y corrupciones varias de ese mundillo.”

Andanzas padre Iñaki                     Iñaki Indart                   Indice Fosa Gaztelu           Un hombre que mataba elefantes